jueves, 14 de julio de 2011

Capítulo 1.// Todo fue un sueño.

En un banco pegado a una pequeña casita, hay una niña castaña cruzada de brazos. Está feliz por una parte, pero por otra está muy celosa. El hecho de ser la hermana mayor no le gusta, y le gustó menos  cuando sus hermanas pequeñas, Lacrista y Alisha, comenzaron a ser las favoritas de mamá. Siempre le echaron la culpa de todo. Pero ahora que ella tiene 6 años, sus hermanas han aprendido la lección. Con sólo dos años han causado más problemas que ella misma en seis años. Pero está feliz porque ahora ellas ya no son las favoritas. Por otro lado vuelve a estar celosa, ya que tiene una hermanita más pequeña: Marie.
En una batalla mental, luchando por estar feliz o celosa, se le pasó a esa niña una media hora; hasta que un hombre se sentó a su lado.
-Mañana te vas-dijo rompiendo el silencio la pequeña
-Lo sé, pero no puedo hacer nada.
-Pero yo no quiero que te vayas… yo quiero que te quedes conmigo.
-Pequeña-dijo el hombre arrodillándose delante de ella, quedando a la misma altura-, prométeme que cuidaras de mamá, y de tus hermanitas, y que pase lo que pase, serás fuerte.-la niña comenzó a sollozar, y una lágrima cayó por su mejilla; pero acto seguido el hombre se la quitó-Marie Jane-dijo él con los ojos brillantes-, promételo, promete que lucharás para que sean felices, para que su vida no sea difícil. Promete que lucharás por Narnia, y que nunca te rendirás-la niña, con los ojos llenos de lágrimas, asintió-. Y que sepas que no habrá hombre mejor que tu padre, nunca lo olvides-el padre y la hija esbozaron una sonrisa, y se abrazaron-. Ahora a dormir, mañana nos espera un día duro.
-Buenas noches padre.
-Buenas noches, Marie Jane.
Esa noche Marie Jane la pasó muy mal, no paraba de tener pesadillas de que su padre iba a morir en la guerra, y que no lo volvería a ver. Eran los pocos humanos que vivían en el bosque Narniano; pero a los animales no les importaba. Vivían en una pequeña casita de madera en mitad de la nada de un bosque, cerca de un río. Y su padre iba a ir a luchar junto con los narnianos. Se despertó a la madrugada sudorosa y atemorizada. Pero se calmó al escuchar la respiración de toda su familia. Al rato se durmió y volvió a despertar con la luz del sol que penetraba por las cortinas. Era la última en despertarse, y se puso triste cuando vio a su padre abrazando a su madre. Ya estaba vestido y llevaba una espada. La espada con la que había enseñado a Marie Jane a luchar. Al ratito salieron todos para el puerto, dónde iba a embarcar con los demás para ir a la guerra. El padre de su mejor amiga, Taylor, también se iba.
Su padre comenzó a abrazar a sus hermanas y a su madre, y por último la abrazó a ella. Fue un abrazo muy tierno, lleno de amor y de tristeza. Después embarcó y la última palabra que todas oyeron pronunciar en su boca fue “Marie Jane”. Pero en ese momento en barco cayó por un vacío, como un acantilado sin agua. Todo se volvió negro y la gente eran sombras. Marie Jane comenzó a correr por el pueblo, totalmente negro. Hasta que vio una luz, en la que había cuatro personas. Sólo se oía que gritaban “¡MJ!” y le hacían gestos para que fuera hacia ellos. Marie Jane se dio la vuelta y vio como aquél acantilado iba viniendo hacia ellos, y ya se había tragado a la gente del puerto. Corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a las cuatro figuras. Parecían de oro. La rodearon, y cuando parecía que se los iban a tragar en el acantilado, se quedaron dónde estaban. Allí, flotando. Y siempre que Marie Jane intentaba tocarlos, despertaba.
Sí, exacto, esto es un sueño. Un sueño que siempre se repitió en la cabeza de Marie Jane todas las noches. Pero ahora ella tiene catorce años, han pasado ocho años desde que su padre se marchó. Y todas las noches se repite, no le da tregua. Su madre quedó embarazada la noche antes de que su padre se fuera. Tuvo una nueva hermanita, Abbie. Pero murió cuando tenía tres años. Pues se clavó un cuchillo. Su madre, al enterarse de que su hija había muerto, cayó en una depresión, y meses después cayó en una más grande porque se enteró de que su marido había muerto. Desde entonces Marie Jane odia que la llamen Marie Jane, pues era el nombre favorito de su padre. MJ no volvió a ser la misma nunca, y su madre se fue a las islas solitarias porque no podía vivir así. Los meses posteriores a que su madre partiera, MJ la odió con todas sus fuerzas. ¿Qué clase de madre deja a sus hijas a su propia suerte? ¿Qué clase de madre las abandona por el mero hecho de que se parezcan a su difunto marido? Ahora, MJ era una entrenada luchadora, como le prometió a su padre, y ama de casa. Siempre se levantaba la primera, para que no faltara el desayuno en la mesa. A pesar de ser pesadas, quería a sus cuatro hermanas.
Otra vez, se despertó a un milímetro de aquél ser de oro, que la protegía. Era muy temprano, así que se levantó para no tener que soñar de nuevo lo mismo. Puso un poco de leche al fuego y se fue al río a por agua. Cuando volvió la leche estaba ya caliente, la sirvió en cuatro vasos y puso un trozo de pan al lado de los vasos.
-Buenos días-dijo MJ a la pequeña Marie recién levantada.
-Buenos díaaaas-dijo bostezando.
-Desayuna rápido, hay que lavar ropa-dijo MJ con un tono frío y cortante. Acto seguido se dirigió a la litera en la que había dormido. Ella dormía abajo, y arriba sus hermanas gemelas Lacrista y Alisha. Los trastos revoltosos que no paraban de molestar a sus 10 años.-Arriba dormilonas, es hora de desayunar. ¿Qué no me habéis oído?-dijo zarandeándolas.
-Ya va…-dijo una de las gemelas levantándose y quitándose las legañas.
-Lacrista, vamos levanta, Lacrista ¡no me hagas enfadar!-MJ se estaba enfadando. Odiaba que sus hermanas no la hicieran caso.
-Perdón… ya voy-dijo Lacrista resignada.
Así pasan los días en casa de los Valentine, es una continua monotonía. Pero esa noche se supo que la reina de los telmarinos había tenido un varón.